Con motivo de un nuevo aniversario de nuestra ciudad en el mes de junio,  la Comisión de Cultura hizo el lanzamiento de una actividad llamada HISTORIAS DE TARARIRAS. La idea fue invitar a personas mayores a escribir anécdotas e historias de tiempos pasados, con el objetivo de rescatar esa memoria y compartirlas con las generaciones más jóvenes. Estas HISTORIAS forman parte de nuestra cultura local, es por eso que queremos compartirlas ya que seguramente provocarán recuerdos y otras historias. Agradecemos a quienes participaron  haciendo posible esta actividad.


Cuando los pasajeros ingresan al auto comienza un momento que casi siempre se convierte en algo bastante íntimo y personal. La mayoría de las veces me cuentan el problema por el que están viajando pero a veces eso es producto de situaciones anteriores y ahí me comienzo a enterar de cosas que debo (por cuestión ética) olvidarme. Muchas circunstancias son novedosas e increíbles como que hay maridos golpeadores, hijos malagradecidos, hermanos que no colaboran con la familia, esposas infieles y complicadas etc.

A veces piden opinión y se me complica porque tengo claro que el cliente siempre tiene razón aunque hay casos en los que no comparto lo ocurrido. Tengo una pasajera muy mayor que la llevo a distintos lados dentro de la ciudad y me llama alguno de los hijos. Cada uno de ellos me llama y me dice que es el “único que ve por la madre”, yo lo llevo con ella al médico o lo que necesite y a los pocos días me llama otro hijo diciéndome lo mismo. Lo bueno es que la abuela está atendida por todos y ellos se preocupan mucho pero por separado. Eso no importa y yo felicito a cada uno por cuidar a su madre. Lo importante es cuidarla y amontonarse para hacerlo no es necesario.

A veces los pasajeros son amigos de toda la vida y el viaje se convierte en una puesta al día de temas olvidados. El predilecto de muchos pasajeros es el de preguntarme por mi hermano. Yo les cuento dónde está y que hace siempre lo mismo pero todos recuerdan distintas anécdotas de él y comenzamos una secuencia de nostalgia. Mi hermano es una persona muy importante en mi vida y yo compartí con él muchas de sus andanzas. Esas anécdotas con mujeres, motos, autos, en el liceo, cuando hacía el reparto de leche en la ciudad o cuando tenía carnicería siempre están cargadas de cosas únicas que solo él podía hacer y disfrutar. Marco mucho mi infancia y aun no tengo claro si yo era su compañera, su cómplice o su conciencia a veces, solo sé que lo quería mucho porque era mi ídolo.

En Tarariras, luego de los ‘60, se repartía leche en un carrito casa por casa. Mi hermano hacía ese trabajo cada mañana pero tenía un problema, o situación, muchas novias a las que no les cobraba la leche que dejaba. Eso lo obligaba a pasar por alguna canilla y agregar agua. Mi padre para no tener problemas con los inspectores me mandaba con él a controlar y ver si agregaba agua. Cuando llegábamos a la casa donde usaba la canilla me hacía poner de espaldas a él y me decía no mires así no tenés que mentirle a papá. Seguíamos el recorrido y al llegar a mi casa en el campo papá me decía ¿viste si le agregó agua a los tachos, yo muy segura le podía decir (sin mentirle) que no había visto nada.

Esa y muchas complicidades con mi hermano me llevó a tener muchas ventajas. Una de

las tantas era tener un montón de cuñadas que me mimaban, me mandaban mensajes y me hacían regalos para que yo influyera en mi hermano para que fueran las elegidas. En esa época con 10 años y mi hermano con 20 pasábamos los dos muy bien y nos hicimos inseparables de por vida pero no me cabe la menor duda que mis padres deben haber pasado sus peores épocas para controlarlo porque era muy creativo y pícaro.

Actualmente 50 años después cantidad de pasajeros se acuerdan de cosas que vivieron con mi hermano o “culpa” de él porque son familiares de aquellas novias o recibían leche casi descremada por la cantidad de agua o habían hecho un negocio que no les salió bien. Un cliente me comentaba y yo no me acordaba que la primera motoneta vespa que hubo en Tarariras fue la de mi hermano y la verdad es que me acuerdo que con un amigo llamado Marne mi hermano vivía poniéndole adornos y cosas para que se destacara. Según éste pasajero no era necesario porque la moto era única por ser la primera aquí.

En casi todos los casos es un recuerdo cariñoso y quedó solo como anécdota. A veces nos juntábamos con mi hermano (estando a 350 kilómetros de distancia) y recordábamos todo esto y mi cuñada nos decía “ya empezaron con las historias de Tarariras “y es cierto porque creo que formamos parte de la historia. Cierto es que la vida tiene sus vueltas y creo que ésta que le toco al final fue un repecho muy grande. Peleando con su diabetes y sus limitaciones físicas. A mí no me gustaba verlo así pero no pude elegir y tenía que animarlo cuando lo veía.

Por lo menos nos quedaban las anécdotas y creo que era y es muy importante poderlas contar. En muchas oportunidades yo le decía a él que nadie nos puede quitar lo bailado    por más celo o envidia que nos tengan. En julio de 2006 fui el día que cumplía 60 y le lleve de regalo un amigo que hacía muchos años no veía. Nos emocionamos, nos despedimos porque se iba a España. Las navidades y cumpleaños en mi hogar para lograr juntarlos can mamá, la emoción de los 15 de nuestra hija cuando mi mamá conoció a su nieto mayor “quién nos quita lo bailado”.

Cuando el fallece en 2016, me quedan todos estos recuerdos y muchos más que atesorar toda mi vida porque fue el mejor hermano que pude tener. Ayudo en mi crianza, me mimo, me entendió, me cuido y acompaño toda la vida. Vuelvo a mi relato porque me voy al sector sentimental y no es positivo.

La cuestión es que dentro de mi auto muchas veces refrescamos algo de esa historia y es una buena terapia ya que provoca risa y eso es saludable. Muchos de mis clientes (la mayoría) van con problemas de salud y se les alivia aunque sea un poco con los cuentos. Con referencia a esto último justamente ésta semana llevé a Montevideo para un estudio muy feo al hermano de una de las tantas novias mencionadas y nos reímos todo el camino de las anécdotas graciosas y recuerdos de aquella época gloriosa. Eso acortó el camino y quizás alivió un poco la angustia de un diagnóstico muy grave.

Otro tema preferido por los clientas mayores es el de cómo era mi padre. Hace casi 40 años que falleció y me admira escuchar que mucha gente lo recuerda por su solidaridad y su matiz humano. Supongo que es normal ver a un padre como ídolo pero en mi caso se da doblemente esa sensación ya que mucha gente resalta su generosidad. Ayer traje un señor que me contó con detalles cómo gracias a mi papá tienen la cancha de peñarol. Resulta que en un remate mi papá compró un terreno que podía servir de cancha. Hace de esto más de 50 años. Fue a la peluquería de Andrés…. (Directivo de Peñarol) y le ofreció darles a pagar en 4 años al mismo precio que lo compró y se hacía cargo de toda la documentación. Los peñarolenses aceptaron y cada año iban al campo de mis padres a pagarle. Allí se encontraban con un banquete esperándolos y con muy buena onda ya que un año no le pudieron pagar y hubo festejo igual.

Al final les llevó 5 años pagar. Luego fraccionaron, vendieron ese terreno y con ese dinero compraron la actual cancha que es una de las más lindas de la ciudad. Según me decía Andrés sin esa ayuda de mi padre de esperarlos años para pagar el terreno no tendrían actualmente lo que tienen. En el caso del autódromo fue diferente porque mi papá junto a don Aurelio…… lo donaron para hacer una pista de carreras y ayudaron a su construcción.

 

Raquel Oudrí.